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Pocos textos referidos a los años setenta, en su dimensión militante y en su dimensión represiva, reúnen las particularidades que hacen de Memorias de una presa política una obra tan original. Graciela Lo Prete comenzó este relato en la cárcel de Villa Devoto, en 1975, escondiendo los fragmentos escritos en papel avión con letra pequeña y apretada, y lo continuó en su exilio en París, hasta meses antes de quitarse la vida en 1983. El libro brinda así un registro de ciertas situaciones en la misma época en que ocurrían. Un “hilado ¿no” en la trama de discusiones y prácticas, que en la cárcel de la dictadura replicaron, o incluso –por una mayor disponibilidad de tiempo y el encuentro de militantes de diversas agrupaciones– superaron a las que se daban puertas afuera. Surgen en estas páginas debates sobre el maoísmo, el psicoanálisis, el activismo universitario, la violencia y la sectarización de la política; aparecen pequeñas agrupaciones político-militares ya olvidadas o no historiadas; se narran con honestidad conmovedora las di¿cultades del proceso de proletarización de las militantes de clase media, la tortura policial, la situación de las presas comunes, de las prostitutas y travestis detenidas en comisarías en los años setenta, la clandestinidad y la militancia de super¿cie. Nada escapa a la observación de esta protagonista y a la vez magnética relatora de una época. Con notable anticipación, el libro aborda los hechos desde una perspectiva de género, al revelar el lugar de la mujer que, militando política y socialmente, rompió con el rol tradicional que esperaban de ella, pero sin conseguir desprenderse del todo de algunos “mandatos” que le exigían ser buena madre, buena intelectual, buen cuadro, buena oradora, buena obrera y buena amante al mismo tiempo. Como contracara, el enfoque de género rescata la charla reparadora entre mujeres, el dispositivo de afecto que se ponía en marcha si alguna compañera ¿aqueaba, y el descubrimiento de nuevas formas de amor, más libres y equitativas, que podían darse allí dentro –de pabellón (masculino) a pabellón (femenino)–, mediante cartas que transportaban así el deseo y los sueños que nunca pudieron ser detenidos por los muros del viejo penal. Pero además y fundamentalmente esta es una obra literaria. Los climas, la descripción de los personajes y el talento narrativo que dan forma a este testimonio-testamento de Graciela Lo Prete la ubicarían en el nivel de ¿guras destacadas de nuestra literatura.