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La Masoneria Argentina A Traves De Sus Hombres. Lappas 3º Ed

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Libros Masonicos y Esotéricos Exclusivos - EDICIONES MASONICAS ARGENTINA

La masoneria argentina a traves de sus hombres

Autor: alcibiades lappas
472 páginas formato 16 x 21 cm.
Encuadernación tapa blanda.
Esta impresión es un facsímil de la edición original del año 2000
Es la tercera edición de este titulo.
Indice
Prólogo 3
1. La Reedición de la Obra 3
2. La Masonería en el Mundo 4
3. La Masonería Española 6
4. La Masonería Argentina 7
5. El Autor 11
PRIMERA PARTE. De la Masonería 15
Nota Preliminar a la 3ra. Edición 17
Nota Preliminar a la 2da. Edición 18
Declaración del Episcopado Argentino 19
Doctrina y Fines de la Masonería 19
Medios recomendados en la actualidad por la Masonería 20
2do. Congreso Internacional de la Fraternidad Universal 20
Masonería y Comunismo 20
A los Jóvenes 21
A los Padres y Madres de Familia 21
A todos los Argentinos 21
La Masonería Argentina aclara conceptos erróneos 22
Qué es la Masonería 22
Masonería y Comunismo. Son antagónicos y excluyentes 22
La Argentina no fue hecha por traidores 23
La tradición y la cultura argentinas 23
Los Masones en el Ejército y la Marina 24
Los Sacerdotes y la Masonería 24
Palabras Finales 25
Un Centenario 27
Los ataques contra la Masonería 27
Origen de la Masonería 34
La Doctrina Iniciática 36
La Masonería Operativa 37
La Masonería Especulativa 41
Organización de la Masonería Especulativa 42
Funcionamiento orgánico de la Masonería 47
Difusión de la Masonería 48
Aparición de otras Grandes Logias 51
La Masonería en España 56
Las Grandes Logias en América 73
Destacados Masones 82
La Masonería en el Río de la Plata durante el siglo XVIII 83
La Masonería después de 1810 84
Masones de la Argentina 91
La labor de un siglo 93
Conclusión 98
SEGUNDA PARTE. Masones de la Argentina 99

Prologo
1.- Reedición de
La nueva edición de la obra de Alcibíades Lappas, "La Masonería Argentina a Través de sus Hombres", revela dos cosas: la primera, es el interés que tiene siempre para el público en general todo aquello que se relaciona con la masonería, sobre todo porque se la vincula con fantasías propias de la materia que se desconoce, donde lo supuesto se da como verdadero y lo sospechoso como cierto. Este misterio se devela simplemente con información veraz y adecuada. La segunda razón es la calidad propiamente dicha de la obra de Lappas. Si sobre la masonería se han tejido absurdas hipótesis, sobre una obra de historia no es común que se difunda en repetidas ediciones, sobre todo cuando se trata de un diccionario de figuras históricas argentinas. Si esto último ha ocurrido, se debe a la particular objetividad y a la demoledora y erudita información que poseía el autor y que volcó en estas páginas, haciendo de esta obra un verdadero clásico de consulta indispensable para todo investigador y aún para estudio-sos de la historia nacional.
La obra de Lappas, cuya edición ampliada y depurada se presenta, desmitifica cualquier interpretación torcida y llega al lector con la información escueta de la biografía de los personajes selecciona-dos. Leyó para ello el autor los repositorios del Archivo de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones, del Archivo General de la Nación, del Archivo del Museo Histórico Nacional, del Archivo del Ejército y de otros repositorios históricos que le permitieron descubrir a sus biografiados y narrar sus respectivas existencias. De ex profeso, la obra carece de elogios o de críticas para nadie, lo que le da el carácter aséptico de la objetividad exenta de pasiones, pero sabe realzar los méritos especiales de cada uno para una mejor inteligencia de su comprensión y del peso que tuvo en su momento en la vida de la nación.
Pareciera, sin embargo, que, al intervenir en el tema de la masonería, su autor -y hasta este prologuista - deben someterse a un examen de pureza de sangre propios del siglo XVI, que felizmente ya ha sido debidamente retractado por S.S. el Papa y por las autoridades eclesiásticas de la Curia de Roma. El tema parece prohibido para ser tratado en el ámbito de algunos países de cultura católica y particularmente en el nuestro. Nos negamos firmemente a embanderamos en una u otra corriente de intolerancia, porque nos parece que toda idea religiosa, política o cultural, si es honesta merece nuestro respeto.
Por otra parte, basta leer este magnífico tratado de historia nacional para comprender que una parte muy importante de los hacedores de la Patria, de los que lucharon con ella y muy a menudo fueron víctimas ilustres de las guerras tanto de la Independencia, como las siguientes hasta la Organización Nacional y también los forjadores de su posterior riqueza, fueron masones o estuvieron vinculados con esta institución multicentenaria, o milenaria si nos atenemos a inicio mítico.
2.- La Masonería en el Mundo
La obra "La Masonería Argentina a través de sus hombres" debió titularse "Masones que hicieron la historia argentina". Es, sin la menor duda, una verdadera caja de sorpresas por la cantidad, calidad y variedad de los nombres que en ella se registran y documentan, que prueba la decisiva influencia que tuvieron en todos los períodos del pasado. Lappas no trabaja el período colonial por la escasa documentación y la poca injerencia de instituciones de otros orígenes en la sociedad. La propia masonería tenía menor relevancia aún en Inglaterra, que la que tiene hoy, ya que su organización se inicia formalmente el día de San Juan Bautista, el 24 de junio de 1717. Las exigencias de la corona española para ingresar a América eran tales que dificultaba cualquier intento de libre pensamiento, apunto tal que todo libro necesitaba para ser impreso la anuencia oficial y tenía lectores sometidos a la censura. Es suficiente registrar que Belgrano, estudiante en Salamanca, merced a la recomendación de sus amigos de la Corte, logró autorización para leer libros de economía, como la "Riqueza de las Naciones" de Adam Smith, publicado en 1776 en Inglaterra. Para viajar a Indias había que ser cristiano viejo, con declaración de limpieza de sangre, blanco, español y vasallo reconocido. No quedaban demasiados resquicios.
Sea lo que antecede un simple esbozo de lo que significó para la libertad y la independencia del Nuevo Continente, la presencia de numerosas figuras destacadas que, al no poder oponerse a la luz del día a las monarquías enquistadas desde siglos atrás en los viejos estados europeos, lo hicieron a través de organizaciones secretas. Este movimiento no fue solamente destinado a América, sino que se extendió por todo el mundo. La "Joven Alemania", la "Joven Italia", la "Joven Francia", etc., se oponían a los gobiernos absolutos y en aquellos días, aspiraban modestamente a la sanción de una constitución limitativa del poder central. Por supuesto, esta limitación incluía los derechos ciudadanos de libre expresión por la imprenta, el derecho a publicar las ideas sin censura previa, el de ejercer toda industria o tráfico libremente, el de adorar a Dios, tal y como cada uno lo concibiera, el acceso igualitario a los cargos públicos sin los privilegios que detentaba desde siglos la nobleza. Esta fuerza masónica se fue superando poco a poco. El descubrimiento o la delación de los trabajos secretos se pagaba con la, vida o con la cárcel de sus integrantes.
Y mientras esto ocurría, la transformación de la sociedad se iba acentuando: la revolución industrial y el movimiento libertario fueron marchan¬do de manera paralela y simultánea. Esta ausencia de prejuicios permitió razonar con libertad y poder dar el perfil nuevo al mundo contemporáneo. Así, desde Newton hasta Goethe, desde Mozart hasta Berlioz, desde Washington hasta Franklin, desde Nelson hasta Wellington, desde Henri Dunant, de la Cruz Roja, hasta Albert Schweitzer, del leprosario de Lambaréne, todos fueron masones. La lista es, sin duda, tan extensa que excede este escrito, pero no deja de asombrar su número y la calidad de sus miembros, lo que obliga a preguntarse ¿qué los movía en un movimiento similar?. ¿era tan atractivo el ofrecimiento que a tantos hombres valiosos convocaba?. La respuesta es simple: toda convocatoria por la libertad humana y por la solidaridad que corrige injusticias producidas por la misma sociedad, atrae a los espíritus superiores, a los que tienen algo que decir y que hacer en el medio y en el tiempo. Resulta el mayor enigma para un historiador poder comprender el por qué personas aisladas y, a veces pueblos enteros, se transformaron para seguir una idea enarbolada por un hombre, entre tantos, uno de la multitud. El Pueblo Elegido que sigue a Moisés a vagabundear por las inhóspitas arenas del desierto en la esperanza de ver algún día la Tierra Prometida, las masas humanas que siguieron a los líderes bárbaros que invadieron en sucesivas oleadas al Imperio Romano, los ejércitos que siguieron voluntariamente al joven Alejandro en largas marchas, las tropas de los líderes militares, quienes nada tenían que ofrecer a su gente, más que el sacrificio de vida y la posible muerte, se hicieron en pos de una idea. Cuando la tripulación de la nao de mísera madera, sometida al martirio de las olas, sin costas a la vista, en medio de una masa da aguas desconocidas, objetase el viaje, la sola presencia del cartógrafo Colón los disuadía de todo temor, de todo espanto. ¿Qué tenía él que no poseían sus analfabetos marineros?
Estos hechos forman parte integrante de los interrogantes y de los misterios, no siempre dilucidados de las personalidades que se atrapan en el análisis histórico.
3.- La Masonería Española
Sin embargo, las ideas de libertad y solidaridad, los dos pilares más sólidos de la masonería, saldrían fortalecidos porque a través de la transferencia personal, la palabra de uno a otro, se fue difundiendo en una cadena humana que un día obraría el milagro del cambio. España también accedió a la masonería desde 1728 pero adquirió importante significación durante el reinado de Carlos III, en particular gracias a su ministro Leopoldo de Gregario, Marqués de Squillace, que había sido su Secretario de Hacienda en Nápoles - su anterior destino real - y en años posteriores, personalidades de gran progreso para la Península, como el conde de Aranda. Ambos fueron masones, como lo fue el Conde de Floridablanca, una figura consular durante la invasión francesa, o Gaspar Melchor de Jovellanos, el economista de la solidaridad, que creó las sociedades llamadas "Amigos del País". Aranda creó el Gran Oriente Nacional de España en 1780. Había entonces unas doscientas Logias.
Este movimiento de acción y pensamiento para modificar viejas y arraigadas costumbres como los usos particulares de los grandes latifundios nobiliarios o las tierras improductivas de los monasterios o el oneroso servicio de agua y regadío, se vio paralizado después de 1788, con el ascenso de Carlos IV. Lo fue particularmente desde 1793, cuando el advenedizo Manuel Godoy, favorito de su esposa, la Reina María Luisa de Parma, ennoblecido con el título de Príncipe de la Paz, se hizo cargo del poder. El Gran Oriente español fue en los hechos, disuelto, y la corriente intelectual de la masonería, fue dispersada. No obstante, el masonismo siguió latiendo en la oscuridad, mimetizado de mil formas diferentes. Lo que a nosotros incumbe es que, en el sur de España, en las ciudades ligadas a las expediciones que periódicamente partían para América, en especial Cádiz, se fue forjando un núcleo disidente de aquellos que comprendían la deformación de un régimen imperial del que España carecía de fuerza efectiva para imponerlo, pero que hacía abuso de sus viejas prerrogativas. En 1804 se funda en Cádiz la Logia de Caballeros Racionales, constituida por muchos americanos porque esta ciudad era la puerta de entrada y de salida de las expediciones mercantiles y allí tenía su sede la Casa de Contratación, organismo de gran importancia del Estado español, que registraba el movimiento de barcos, sus mercaderías, sus valores, los seguros, los itinerarios y los impuestos. Era, además, tribunal de comercio.
La Logia trabajaba allí en contacto con figuras representativas de las colonias y muchos de sus integrantes forjaron su concepción de independencia del continente para bienestar de las colonias y de la misma España. Los efectivos militares de entonces, lucharon contra Francia cuando se produjo la ruptura con dicha Nación, en 1808, pero otros, sin dejar de ser leales a su patria, aceptaron las medidas innovadoras que trajeron los franceses con José Bonaparte. La liberalidad de la Junta Central, formada a raíz de la prisión del monarca Fernando VII se aprecia en su deseo de dar representación a las colonias americanas en igualdad de derechos y es, justamente, esta Junta, la que presidía el Conde de Floridablanca y la integraban ministros como Jovellanos y Calvo de Rosas, todos ellos masones, y que concluyó con la promulgación de una Constitución el 19 de marzo de 1812. Si Fernando VII hubiera aceptado con lealtad esta constitución a su regreso de Francia, y no de simple palabra, para abjurar después de ella y perseguir a sus defensores, propugnando el absolutismo; si ello hubiera ocurrido, repetimos, toda la gesta emancipadora se hubiera trocado en un simple intercambio de documentos. Pero no fue así y no es dable suponer situaciones. La Santa Alianza de los vencedores de la Revolución Francesa y de Napoleón I, su brazo armado, quiso imponer sus viejas costumbres haciendo retroceder las manecillas del reloj de la historia, lo que es imposible, de acuerdo a la experiencia de los tiempos.
Las Logias de Cádiz traían la palabra informada de americanos que expresaban la verdadera crisis social y económica que sacudía a aquellas colonias, para conocimiento de sus pares de España, ignorantes de lo que allá ocurría porque no había otro medio de transmisión. España había dado generosamente lo suyo, pero ya nada podía hacer desde largo tiempo atrás, mientras languidecía su sis-tema político y desaparecía poco a poco la raza indígena sometida.
A esa Logia de Cádiz - "Los Caballeros Racionales"- que en nuestro idioma del siglo XXI traduciríamos como "ciudadanos pensantes", forma¬ron parte muchos de los futuros prohombres de América, como Francisco de Miranda, venezolano, verdadero precursor de la libertad de todo un continente, de quien Napoleón había dicho: "Es un Quijote, pero no está loco"; Antonio Nariño, el impresor y escritor venezolano; Manuel de Salas y José del Pozo y Sucre, respectivamente chileno y peruano; José Moldes, Francisco Gurruchaga, el generoso hombre de negocios que organizó la primera flotilla de río y su hermano José; los Lezica, que integraran por lazos tradicionales de familia el Cabildo de Buenos Aires, el joven Carlos de Alvear, el teniente de Caballería José de San Martín, quien siguió participando en otras logias en el territorio español, de acuerdo a los destinos militares a los que se lo enviaba, entre otros. Valga decir que el teniente coronel San Martín contaba con 26 años de edad hacia 1804, pero el vizconde de Cambermere lo menciona como partícipe de las logias junto a su jefe el general Coupigny, del que el joven San Martín era edecán. Integraban la Logia, además, José Matías Zapiola, Bernardo O'Higgins, chileno, hijo del virrey del Perú, Manuel de Sarratea, el futuro diplomático de la Revolución, Juan Martín de Pueyrredón, el primer Director Supremo designado después de la Independencia Nacional y de tantos otros cuya lista excedería la dimensión pro¬puesta para este trabajo.
4.- La Masonería argentina
La Masonería Argentina, como institución nace en la República del Uruguay. La Logia "Asilo de la Virtud", de Montevideo, que obtiene la carta constitutiva de la Gran Logia de Pennsylvania, se inicia el 23 de mayo de 1832, por lo que fue considerada la Logia Madre del vecino país. Sus miembros eran ex integrantes de la Logia "Estrella del Sur", de Buenos Aires. Durante el gobierno de Rosas, los expatriados de Buenos Aires y de otras ciudades se refugiaron en diversas logias orientales, pero después de Caseros se estableció el Gran Oriente del Uruguay, en 1855. La Logia Unión del Plata y la Confraternidad Argentina fueron pioneras en este sentido y formaron la base de la Gran Logia de la Argentina. Su primer Gran Maestre fue el jurisconsulto, hombre público y filántropo, el doctor José Roque Pérez. Fueron grandes maestres o presidentes de la Institución, a lo largo de casi siglo y medio de existencia, figuras trascendentales como el doctor Pedro José Díaz de Vivar, el doctor Nicanor Albarellos, Agustín P. Justo, los ex presidentes de la República, Domingo Faustino Sarmiento, el general Bartolomé Mitre, los doctores Vicente Fidel López, Leandro N. Alem, los generales Rudecindo Roca y Liborio Bernal, los doctores Agustín Enrique Álvarez, Emilio Gouchon, Juan Balestra, el educador Fabián Onsari y otros.
Excede a este breve trabajo la nómina completa de sus dirigentes y los datos biográficos de cada uno de ellos, pero no cabe duda que escribieron páginas valiosas de la historia nacional, muchos de ellos de partidos políticos opuestos y aún de ideas diferentes sobre el quehacer concreto de la República. Basta decir que catorce ex presidentes de la Nación fueron masones. Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes, Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana y José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Hipólito Yrigoyen y Agustín P. Justo, todos ellos según la Constitución Nacional, salvo Rivadavia y López y Planes, por no tener aún vigencia. Tuvieron que enfrentar la crónica miseria, el retraso, el desierto, la despoblación y los primeros, además, el desierto y el ataque del indio. No fueron fáciles sus vidas ni tranquilos sus tiempos, pero el país creció y lo hizo de tal modo que la Argentina terminó siendo una potencia respetada en el mundo. Cada uno de ellos ascendió un esca-lón de la vida social, en sus respectivos períodos.
Más no fue todo. La mayoría de los masones destacados no fueron ciudadanos ocupados de temas políticos sino hombres de ciencia, tal vez en mayor medida que escritores y artistas. Aun así, pintores de la talla de Carlos Enrique Pellegrini, Ignacio Manzoni, Martín Boneo, Ernesto de la Cárcava; escultores como Rogelio Yrurtia; artistas de teatro como Florencio Parravicini o Roberto Casaux; autores como Florencio Sánchez, Enrique García Velloso, etc., fueron miembros activos.
La masonería argentina era tal, antes de la Revolución de Mayo, persistió durante las guerras de Independencia. Sus logias se disolvieron en su casi totalidad durante el prolongado gobierno de Rosas de diecisiete años (1835-1852), pese a que éste ya los había perseguido durante su primer mandato, pero volvieron a florecer después de Caseros, en 1852.
Agotadas las ediciones anteriores, esta nueva versión era esperada y llega con general beneplácito para todos aquellos que se ocupan de la historia nacional, no solamente los investigadores sino el público en general. Toda biografía viene acompañada de precisos datos sobre su vida y su obra y, además, su participación masónica. Es verdad que algunos de los biografiados han tenido apenas una intervención parcial y hasta circunstancial, pero el hecho de haber jurado como masón y haber recibido en acto íntimo su diploma y medalla, lo acreditan dentro de un universo de ideas que el autor quiere resaltar sin hacer especial hincapié.
Esas biografías todo lo dicen en su conjunto. Argentinos nativos o extranjeros que arribaron a estas playas en busca de una vida por hacer, dejaron la impronta de sus hechos, de sus obras, de sus sentimientos. Honraron la tierra y se honraron a sí mismos. Todo respira grandeza, sin miserias ni indignidades.
Así esta obra ilumina a los grandes de la Argentina -más no solamente argentinos, porque los hay de todos los orígenes y tiene también el mérito de rescatar a las figuras de segundo orden, algunos olvidados, que reposan su sueño eterno en el silencio ordenado y oscuro de los archivos, pero cubiertos por la sutil telaraña de la ingratitud. Son las cruces anónimas que pueblan los caminos, de nombres borrados, que nada dicen de sus vida ni de sus descendientes y que alguna vez alentaron la pasión del bien común y cayeron dramáticamente al pie de una bandera que simbolizaba sus ideales o, menos solemnemente, de algún desmayado sueño de lealtad a sus conductores políticos. Son aquellos que no treparon a la chapa reparadora de una calle polvorienta de un pueblito, pero tienen un rincón justiciero en este diccionario, con la sola y exclusiva condición de haberse registrado en las logias y haber vivido una vida fraternal con sus hermanos de ideales.
Otros vivieron la pasión tumultuosa de las asambleas políticas, bajo la arrebatada oratoria de sus ideas puestas en juego, tratando de arrastrar con la palabra inflamada, sus propuestas sujetas a votación, haciendo de la dialéctica una acerada arma de combate. Así se fueron empujando las ideas que transformaron una cultura de libertad en los años después de la Organización Nacional y, finalmente, en la era del progreso que catapultó al país. Detrás de unos y de otros, la logia actuaba, sus hermanos apoyaban. Sus razonamientos, sus consejos, sus entusiasmos o sus mesuras, según el caso y el tiempo, eran adecuados a cada circunstancia y le daban al hermano el vigor y la savia política que toda persona necesita. La Logia era la mitad de San Martín, de Sarmiento, de Mitre, de Hernández, de Gorostiaga, en fin, de tantos, ¿para qué abrumar con nombres y figuras?
Garantía del vendedor: 2 meses

Título del libroLA MASONERIA ARGENTINA A TRAVES DE SUS HOMBRES - 3RA. EDICION - AÑO 2000
AutorALCIBIADES LAPPAS
IdiomaEspañol
Editorial del libroEDICIONES MASONICAS
Tapa del libroBlanda
Con índice
Año de publicación2022
Color De La PortadaBlanco
Cantidad de páginas472
Altura21 cm
Ancho16 cm
Peso400 g
Material de la tapa del libroCartulina
Edad mínima recomendada10 años
Cantidad de libros por set1
Género del libroAcadémico
Subgéneros del libroHistoria
Tipo de narraciónManual
Tamaño del libroMediano

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